Aprieta tus labios niña de ojos negros para que la lluvia salada no cubra tus mejillas,

aprieta los labios para alegrarte, para no sentirte sola

y sobretodo para creer que la seguirás queriendo.

Tenés razón el común denominador de los que escogimos el exilio voluntario es el recuerdo, la remembranza te sitúa, te aterriza, te hace recordar quien sos –porque uno, en esta cadencia de eterno pretérito, también es lo que fue-. De acuerdo a veces el recuerdo aplasta, te jode, te duele, te machaca, especialmente cuando sabes que si regresas nada de eso que recuerdas será exactamente igual.

Con el tiempo vaciaste las casas que no te gustaban, y muchas de las que ahora añorás estarán deshabitadas para cuando regreses. No obstante el recuerdo te enriquece, te hace conciente de lo inminente: has vivido –lo que muchos que respiran y palpitan aun no han conseguido- te das cuenta que con tus errores, con tu caos, con tus violaciones a lo establecido, y con tus decisiones -de las que renegamos ahora- has llegado a ser lo que sos y eso te sitúa aquí en mi corazón y en tu Alemania de escaso sol y frío perpetuo.

He comprobado que con suerte a veces podes engañar al tiempo, por ejemplo cuando te siento distante escarbo en los recuerdos y escucho tu sonrisa detrás de tu maraña de pelo, y con ese pequeño acto de fe tengo suficiente para saberte diferente, pero con la convicción real de que cuando tus mejillas se cubran con mares de llanto no necesitaras explicarme, para que cuando tus ojos brillen abordando todas las ilusiones baste con tu mano sobre la mía para entenderte.

Aprieta tus labios niña de ojos negros, deja que la lluvia salada cubra tus mejillas, aprieta los labios para alegrarte porque no estas sola y sobretodo apretémoslos para creer que nos seguiremos queriendo.